“¿Irás al cumpleaños de Marta?”. "Sí, tú también, ¿no?" “¿Tengo partido o no lo recuerdas?”. Este diálogo entre una pareja adolescente forma parte de una experiencia de realidad virtual para trabajar la prevención y detección de la violencia machista entre los adolescentes. En este caso, la chica cede y no acude al cumpleaños de su amiga, pero no es el único episodio de control que se relata en esta experiencia, que tiene seis capítulos.

"No me imagino haber podido trabajar este contenido con los adolescentes sin este formato", asegura Bàrbara Ercilla de Villena, directora de un centro abierto gestionado por Suara Cooperativa donde se ha probado esta experiencia, desarrollada por la start-up V-Tools.

El servicio en el que trabaja Ercilla de Villena es uno de los siete recursos para infancia y adolescencia gestionados por Suara Cooperativa donde se ha llevado a cabo una prueba piloto, que se inició en enero y ha terminado este 5 de julio. En el marco de ésta, un centenar de adolescentes se han puesto las gafas de realidad virtual para vivir en su propia carne la experiencia de una víctima de violencia machista.

No solo Ercilla de Villena valora positivamente esta prueba piloto, también lo hace Olga Chamorro, directora de otro centro abierto. "La realidad virtual es una herramienta muy útil para crear el contexto, situar rápido el contenido que quieres trabajar y generar el ambiente, y esto es muy importante en cualquier situación comunicativa", manifiesta Chamorro.

¿En qué consiste esa experiencia de realidad virtual?

Albert Gonáléz, cofundador de V-Tools, explica que para elaborar el contenido se ha tenido en cuenta la teoría de la escalera de la socióloga Carmen Ruiz Repullo, que parte de la base de que cada vez que se da una situación de violencia machista en una pareja adolescente, el chico sube un escalón más de control sobre la víctima, tal y como se relata en cada uno de los capítulos de esta experiencia de realidad virtual, donde la violencia y el control va in crescendo.

En otros capítulos, también se puede palpar cómo el joven controla el móvil de la chica, le prohíbe tener redes sociales o vestir de forma determinada. Un control cada vez más absoluto y severo que finaliza con una relación sexual no deseada por parte de una chica. "De una manera muy sutil ponemos situaciones normalizadas por la sociedad y que tienen relación con actos de violencia machista", explica González.

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Cada capítulo dura en torno a los dos minutos, que la persona visualiza sola a través de las gafas de realidad virtual. Posteriormente, a través de una intervención social, se abre un espacio de reflexión y debate en el que se trabajan las diferentes estrategias de control visualizadas, así como se puede detectarlas y prevenirlas. 

“Las personas pueden entrar o irse si no se sienten cómodas. Es un espacio donde sentirse libres porque lo que queremos es poder crear un clima de seguridad y un ambiente donde puedan reflexionar y charlar”, expone González.

Para generar estos espacios de seguridad, precisa Chamorro, también es esencial que los niños y adolescentes tengan al lado a una persona que les genere confianza. "Es importante el vínculo que tengan con el adulto para que se abran, no se sientan cuestionados y sean sinceros", matiza Chamorro.

Tras el visionado de la primera experiencia, costó que se generara un debate en el centro que dirige Ercilla de Villena. Sin embargo, no fue así en los capítulos posteriores. "Me sorprendió el nivel de reflexión que hemos tenido, que si no hubiera estado en este contexto (de la realidad virtual) no sé si lo habríamos conseguido", apunta la educadora social.

Resultados entre la población adolescente

En sólo cuatro años, del 2018 al 2022, se han disparado los casos de violencia machista entre la población adolescente un 87,2% y en la mayoría de ellos, un 57%, los agresores son las parejas de las chicas, según un estudio de la Fundación IR financiado por el ministerio de Igualdad.

Ante este contexto, González, que detalla que en el 98% de los casos las víctimas son las chicas, remarca que con esta herramienta de realidad virtual “se trabaja desde la empatía y la prevención para que las personas tengan un grado de empatía más elevado para detectar posibles situaciones en relaciones presentes o futuras”.

Tanto en el centro socioeducativo de Ercilla de Villena como el de Chamorro, esta experiencia se ha trabajado en grupos mixtos, es decir, conformados por chicos y chicas. "La reacción no fue la misma", indica Chamorro. En el caso de las chicas, argumenta, se sintieron empoderadas y que se les había dotado de herramientas para detectar al machismo. En cambio, precisa, "los chicos respondieron con más silencio, se sentían responsables". Además, algunos de ellos mostraron su temor a dejarse llevar por sus amigos o compañeros y actuar de esta manera. “Dijeron que les faltaban herramientas para no caer en este comportamiento”, expone Chamorro, que añade: “Comentaron que en el taller se habló de lo que estaba mal, pero no de cómo hacerlo bien”.

Albert González, de V-tools, liderant un taller d'intervenció social amb unes noies després d'haver visionat el primer episodi de l'experiència de realitat virtual

Por su parte, Ercilla de Villena subraya que esta metodología para trabajar la violencia machista entre la población adolescente funciona, ya que durante las dinámicas tanto ellos como ellas pudieron detectar y reconocer casos que se dan en su entorno, como por ejemplo, el instituto.

Sin embargo, este no es el único indicador que la educadora social destaca para argumentar los buenos resultados de la experiencia. Una vez finalizado el taller, las personas participantes contestan a un cuestionario. "El 100% de los chicos y chicas dijeron que este taller era necesario porque esta información no la reciben en ninguna parte, a la vez que todos marcaron que identifican estas conductas que han visto en las gafas de realidad virtual", señala Ercilla de Villena.

Propuesta transgresora

Bárbara Outeiro, responsable de Innovación Abierta de Suara Cooperativa, asegura que esta experiencia ha sido muy bien acogida tanto entre la población adolescente como las personas trabajadoras de la organización, puesto que permite trabajar una cuestión sensible de una forma ágil.

“Ha sido una propuesta transgresora porque ha permitido crear una empatía muy rápida a través de reflejar a los chicos ya las chicas”, defiende Outeiro al tiempo que concluye: “ha permitido poner temas sobre la mesa, identificarlos y detectarlos de una forma más ágil que si se hubiera hecho de una forma más teórica”.