Hace días que pienso en la teoría de que los cargos deben ser socializados y democratizados. Seguramente coincide con el fin de una etapa personal y profesional donde hace seis años fui elegido por el cargo de Presidente del Consejo Rector de Suara Cooperativa representando a día de hoy 3.200 personas.
La vida es cambio y las organizaciones donde trabajamos son sistemas vivos que continuamente estando en movimiento, varían, tomando formas diferentes, se transforman, dejan morir proyectos y seguidamente tienen la capacidad de regenerarse y de hacer nacer de nuevo.
Es un proceso de metamorfosis imparable donde nos encontramos inmersas tanto las personas como las instituciones, no hay dualidad, ya que las instituciones están formadas por personas que trabajan, no son entes impersonales, anónimas.
Y todo lo que estas personas piensan, viven, sienten, hacen, definen el estilo de empresa, es la tarjeta de presentación.
Las empresas cooperativas nos definimos como empresas democráticas en que la socialización y la corresponsabilidad son la clave para el éxito del proyecto común. Socialicemos el trabajo, la formación, los excedentes, las iniciativas, las políticas, el capital, etc.
Por lo tanto es un derecho y un deber de la asamblea velar también para la socialización de los cargos, incluso los directivos; e irlos renovando periódicamente. Siempre me he mostrado muy crítico con ejemplos de cooperativas donde hay personas que durante muchos años se instalan y ocupan la representación y gobierno de la empresa. Sin dejar espacio a otras personas socias. Ejemplos tenemos: lo más llamativo es cuando una sola persona ocupa la presidencia y la dirección. ¿Quién controla a quién? ¿Dónde está la objetividad?
La asamblea muestra su corresponsabilidad cuando decide los cargos sociales. Imagino que cuando cada persona socia vota, lo hace eligiendo a alguien que sabe que tiene capacidades y hará crecer el proyecto haciéndolo sostenible, y por otra parte deposita el voto en aquellas personas en las que ve unos ideales compartidos y afines.
Y aunque no se vea, sea intangible y transparente, debe haber una base de confianza bien sólida, que se gana y se pierde, es un vínculo con cada persona socia que necesita de reconocimiento, escucha, tiempo, esfuerzo.
Estoy convencido de que sólo crecemos cuando hacemos cambios. Pasa lo mismo con nuestras empresas: cuando se reinventan son mucho más fuertes, eficientes, saludables, ecológicas, atrayentes, etc.
Para poder llevar a cabo estos cambios necesitamos desocupar nuestros asientos y ponerlos a disposición de los otros, para que sean las personas socias que digan a quien les corresponde ocuparlos durante un tiempo determinado.
Para mí ha sido una oportunidad y he recibido el apoyo desde la confianza que las personas socias han depositado en mí, y en un Consejo Rector que ha sido ¡mi gran equipo!
Miquel Moré Mateu. Presidente del Consejo Rector de Suara Cooperativa.