Cuando he salido a comprar he visto este sencillo cartel colgado en la ventana cerca de mi calle, una cartulina que decía: “Todo irá bien, gracias a los que están a primera fila”. Un mensaje corto y contundente, que me ha rondado toda la mañana por la cabeza. Aplaudo estas iniciativas porque quieren transmitir muchas cosas más allá de las palabras.
Quisiera comentar la segunda parte, el agradecimiento a los que están a primera fila especialmente a los que trabajáis en el tercer sector, de los que no se habla mucho. La primera pregunta que hago es ¿qué significa estar a primera fila o a primera línea? Entendemos que no tiene nada que ver con el estatus social, ni con una posición política, ni con el poder, ni con dinero, ni con la aparición en los medios de comunicación.
Fijémonos que estos días se ha decretado que sólo se puede salir a trabajar para hacer servicios esenciales, y justamente este tipo de servicios requieren estar a primera fila y la gran mayoría de ellos tienen que ver con el cuidar sea donde sea, que es uno de los actos y de las tareas más importantes que hay en el mundo.
Y esenciales son las personas que cuidan a otras. La mayoría son mujeres; también hay hombres, muchos menos. Y sus profesiones no siempre son bien valoradas, son trabajos que a veces sufren el juego de la mercantilización, totalmente desprotegidas de recursos, en evidencia queda estos días… Profesiones debilitadas políticamente, con unas condiciones y convenios siempre a la baja que a menudo llevan a los colectivos del tercer sector a tener que pedir como mendigos siempre (que no sería necesario) para evitar que las personas que cuidan no empobrezcan lentamente y sean aún más invisibles para una parte de la sociedad.
Me sorprende muchísimo que ahora, debido a la situación, veamos a las cuidadoras y cuidadores como imprescindibles. Antes también estaban, pero nuestra mirada era otra, ahora todas nosotras estamos en riesgo y lo expresemos o no sentimos cierto miedo.
Me sorprende que muchas empresas envíen estos días cartas y correos electrónicos de agradecimiento, a sus trabajadores y trabajadoras, porque justamente están a primera fila. Antes también estaban, ¿verdad? Creo que el reconocimiento hacia los que cuidan debería ser una actitud constante en las empresas y en el resto de la sociedad.
Tendremos que revisar muy bien cómo se aplican los criterios de la ética del cuidar (caring ethics) entendiendo que esta teoría busca el bien para las personas que cuidan y las que son cuidadas. Porque todas y todos nosotros sabemos que la experiencia del cuidar nos acompañará toda la vida sin distinciones y en todas las etapas vitales.
Tenemos todo un colectivo de profesionales que son las que hoy, ante esta pandemia mundial, están a primera línea de fuego sin dar un paso atrás, porque saben muy bien cuál es su vocación y su encargo y ahora les toca atender a las personas más vulnerables por el tema del maldito virus Covid-19.
¡Todo irá bien! ¡Claro que sí! Porque ellas, nuestras compañeras y compañeros, están delante. Y estar a primera fila significa, sobre todo, salir de nosotros mismos cuando la incertidumbre nos rodea, ahuyentar el miedo al contagio, porque sabemos que hay otros que nos necesitan, sea porque son personas frágiles a domicilio, porque viven en un albergue, porque son niños y jóvenes viviendo en un centro, porque son personas mayores dependientes, porque son personas con discapacidades, porque están en el hospital, porque se encuentran en cuidados paliativos, en las UCI, porque están internas en prisión y podríamos alargar esta lista hasta el infinito…
Cuando hacemos un repaso nos damos cuenta de que estar a primera fila significa arriesgarse y saber que la vida de los demás nos importa, requiere de unas cuantas competencias naturales: saber escuchar, animar, consolar, apoyar, cuidar, servir, empatizar, amar… En definitiva, solidarizarse con el dolor humano y tomar partido.
Estar a primera línea pide de actitudes y valores que no tienen precio, porque ¡son de un valor incalculable! Y a medida que pasan los días nos damos cuenta de que necesitamos que ellas nos cuiden porque sin ellas, nos sentimos muy débiles, enfermamos, nos sentimos huérfanos y desprotegidas y queremos tener a alguien a nuestro lado. Queremos oír lo que es insustituible en los momentos vitales más vulnerables: la mirada, el tacto, la voz y la ternura de otro ser humano.
Ojalá cuando todo haya pasado, nuestra mirada pueda cambiar mirando a las cuidadoras y cuidadores de forma diferente y que haya un reconocimiento hacia ellas, que no se borren los aplausos de estos días.
Ojalá nos podamos preguntar como si todo fuera nuevo, cuál es el lugar que deben tener en la sociedad y cuáles son los cambios sociales, políticos, laborales, que nos están pidiendo. Ya que ellas son las que llevan a cabo los servicios esenciales.
No es necesario volver a vivir ningún virus para abrir los ojos, ¡de verdad!
¡Cuidaos y sobretodo mantened la esperanza!
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Miquel Moré. Socio de Suara Cooperativa