La economía social siempre ha estado presente en nuestra sociedad, más o menos visible, con más o menos fuerza. Y es así independientemente de la bonanza económica o de la crisis o complejidad que nos rodee. Existe más allá de las turbulencias económicas. Es una manera de hacer, de organizar y entender el trabajo, el valor del trabajo de las personas y la gestión de los recursos. Es una manera de entender y construir la sociedad donde vivimos. Parte de poner los valores en el modo de hacer, en las personas, por delante del dinero que podemos obtener con la actividad.
Cuando miramos atrás podemos comprobar que en los últimos años del siglo pasado y principios de este hubo una regresión de la economía social, sobre todo en otros lugares de España donde el modelo de empresa mercantil coparon casi toda la actividad . Afortunadamente en los últimos años volvemos a ver un crecimiento, sobre todo de la economía cooperativa, punta de lanza de este economía.
La economía social es un modelo absolutamente válido para cualquier sector de actividad. Muchas veces discursos interesados relegan esta economía al sector servicios y / o en sectores donde la producción del trabajo se pueda hacer a pequeña escala o en sector feminizados. Cuando se habla de sectores de mayor complejidad, donde hay mayor inversión económica o se requiere un tamaño más grande para hacerlo viable, entonces aparecen voces interesadas que aconsejan ir a la economía "de verdad". Esto implica automáticamente que dejamos el campo abierto a las grandes corporaciones y multinacionales, a organizaciones donde lo que prima es el capital. Y cuando hablamos de servicios públicos el modelo de la economía social no es sólo que sea absolutamente válido, sino que es el aliado natural por el despliegue de políticas públicas.
La gestión del agua, uno de los grandes bienes públicos, requiere de infraestructura y procesos complejos para garantizar la salubridad y la distribución. En este sector encontramos múltiples formatos de gestión, y la economía social tiene sólo una presencia simbólica: la cooperativa Comunidad Minera Olesana lo ha hecho durante más de 100 años con éxito en los vectores económico, social y medio ambiental.
Cuando hablamos de recogida de basuras o gestión de residuos encontramos también empresas de economía social y muy especialmente empresas de inserción. Empresas que no tienen por objeto propiamente la gestión de residuos sino que ponen el foco en el empleo de colectivos en riesgo. Encontramos modelos como Trinijove o Fundación Formación y Trabajo. Son empresas de inserción solventes, con trayectoria, que disponen de las infraestructuras necesarias para dar respuesta a las necesidades de la sociedad y en las administraciones que deben proveer de estos servicios a los ciudadanos.
Cuando hablamos de gestión de zonas de aparcamiento, limpieza edificios, gestión de los jardines públicos, etc. son espacios de trabajo idóneos para los centros especiales de trabajo o las empresas de inserción o cooperativas. Tenemos grandes ejemplos como el grupo cooperativo TEB, la cooperativa Nuevo Verde o Garbet Cooperativa de Inserción.
Cuando hablamos de servicios de atención y cuidado de personas (niños y jóvenes en RISC de exclusión social, personas mayores, familias...) es un espacio idóneo para las Cooperativas de Trabajo asociado, que agrupan profesionales de sector: educadores, psicólogos, enfermeros, trabajadores familiares, fisioterapeutas... Se trata de cooperativas que en muchos casos nacieron en los años 80 de la mano de las Administraciones como herramienta para la prestaciones de Servicios Públicos de calidad. Cooperativas como Drecera, Delta , o Suara llevan décadas trabajando para mjorar el bienestar de las personas.
Las políticas públicas, el bienestar y la economía social son 3 conceptos indisolubles.
Ángels Cobo. Directora general de Suara Cooperativa