Un estudio de Suara alerta sobre las dificultades añadidas por el hecho de ser mujer en la difícil travesía hacia Europa

Se habla a menudo hombres migrantes pero muy poco de mujeres migrantes. En cambio, ellas también realizan la peligrosa travesía hacia Europa, en un porcentaje menor pero no por ello menos importante. En este camino, las mujeres y las niñas que migran se exponen a muchos más peligros y abusos por su condición: violencia, trata, explotación, violaciones… e incluso la muerte son algunos de los riesgos que afrontan. Éstas son las conclusiones de un estudio sobre el fenómeno migratorio femenino, realizado por Anna Salvadó Viella y Mireia Ferri Segura, responsables del Piso Les Salines y SPAAI La Muga respectivamente, servicios gestionados por Suara Cooperativa. Con este trabajo Suara recibió recientemente el reconocimiento de Entidad Responsable con la Infancia, otorgado por la junta directiva del Consejo Independiente de Protección de la Infancia.

¿En qué medida el hecho de ser mujer condiciona y modula las experiencias migratorias? Éste era el punto de partida del estudio, con el que se ha querido dar visibilidad al fenómeno migratorio femenino. Las mujeres sufren una triple discriminación, por ser mujeres, por ser migrantes y por ser pobres. El trabajo, basado principalmente en chicas menores de edad procedentes de Marruecos, aborda las dificultades con las que se encuentran, tanto a lo largo del proceso migratorio como antes de la partida o una vez llegadas al país de acogida.

Las situaciones de vulnerabilidad comienzan en su propio país de origen, “incluso en contextos que consideramos normalizados y estables", debido a las desigualdades y violencias generadas por el sistema patriarcal. Pobreza, guerras, matrimonios forzados, catástrofes naturales, falta de libertad y de oportunidades... son muchas las razones que fuerzan su marcha. Pero a pesar de estas duras circunstancias, son pocas las mujeres que pueden finalmente emigrar, sólo el 8% de los menores de edad migrantes que llegan a España son chicas. que no cuenta ni con apoyo social ni familiar, lo que las hace aún más vulnerables cuando deciden emprender el camino. El viaje está lleno de peligros: expuestas a ser carne de mafias sexuales y víctimas de tráfico de personas, unas redes criminales que las esconden, son aún más invisibles para nuestra sociedad.

Una vez logran llegar al país de acogida, las mujeres migrantes viven todo tipo de situaciones que les generan un fuerte impacto emocional. Ni la realidad se asemeja a la que ellas habían imaginado, ni la cultura tiene nada que ver, ni se pueden comunicar por la barrera de la lengua. También encuentran muchas más dificultades en regularizar su situación, lo que provoca mayores desigualdades y aumenta aún más su vulnerabilidad. Las menores de edad migrantes también deben luchar contra las ideas preconcebidas y los estereotipos.

Las que pueden superar estas situaciones gracias a un buen acompañamiento y sobre todo a su determinación llegan a una siguiente etapa donde se plantean diferentes caminos: forjarse un nuevo futuro con oportunidades pero manteniéndose en sus tradiciones y costumbres, para así poder contar con apoyo comunitario, o reconstruir su identidad fuera del modelo tradicional. Adquirir nuevos roles de género, alejándose de los establecidos en su cultura, no es una decisión fácil puesto que sienten la presión de la familia y de las personas del país de acogida. En cualquier caso, sean cuales sean las estrategias que utilizan para integrarse, hay un elemento común: luchan por conseguir sus objetivos, que normalmente consiguen. Pero para ello es necesario un pilar básico: contar con un acompañamiento educativo y psicológico en el país de acogida.