ANNA FRUNS ROMERO. Socia de Suara Cooperativa

Inquieta, apasionada, positiva y comprometida. Anna Fruns, que desde hace dos años trabaja en el Equipo de Participación Societaria y Gestión del Cambio de Suara, llegó a la Cooperativa como trabajadora familiar, y hoy en día no concibe que en la vida se pueda trabajar de otra manera que no sea poniendo la piel. Con sólo 18 años le diagnosticaron la enfermedad del lupus, y durante este periodo de autoconocimiento ha tenido que aprender a gestionar su particular caja de emociones. La aceptación y el no juicio de uno mismo son aspectos que ahora valora y defiende, así como la necesidad de creer que las cosas, hechas con amor, siempre terminan por salir adelante. ¿Quieres conocer su historia de vida?

 

¿Cómo llegaste a la Cooperativa?

Llegué subrogada de otra empresa. Había estudiado un ciclo formativo de Atención Sociosanitaria y un Grado Superior de Integración Social, y sólo hacía seis meses que trabajaba como trabajadora familiar, en el barrio de La Guineueta. Fue entonces cuando me enteré que pasaba a formar parte de Suara, y al cabo de un tiempo de trabajar en la Cooperativa me ofrecieron una suplencia como Coordinadora de Gestión, y ya me quedé haciendo este trabajo. Fue todo muy rápido!

 

¿Por qué decidiste estudiar Atención Sociosanitaria?

La verdad es que no sabía qué quería hacer, no encontraba mi camino en la vida. Estaba enfadada con el mundo, me rebotaba por cualquier cosa. No me había pasado nada en concreto, pero no gestionaba bien mis emociones. Nunca me ha gustado expresarlas, porque siempre me he sentido vulnerable, pero hoy en día tengo que reconocer que he hecho un gran esfuerzo para cambiarlo. Tenía 16 años cuando me inscribí al ciclo, y no tenía ningún motivo para estudiar una cosa u otra, simplemente estaba a la expectativa de ver cómo acababa todo. Hice las prácticas en una residencia que había en la Barceloneta, con personas con discapacidad física y psíquica. Y allí fue donde abrí los ojos, me cayó la venda.

 

¿En qué sentido?

Me di cuenta de que, por muy enfadada que estuviera con el mundo, en comparación con aquellas personas, la mayoría de las cuales eran muy jóvenes, mi vida era completamente llena. Allí descubrí que había problemas en el mundo. Entonces fue cuando me diagnosticaron que tenía lupus, que es una enfermedad autoinmune, crónica y compleja, ya que te puede afectar de maneras muy diversas. Resumiendo, provoca que cualquier cambio en tu vida, por pequeño que sea, te afecte. Una de las posibles sintomatologías del lupus es que te vuelves fotosensible, y es lo que me pasó a mí en un principio, la enfermedad se manifestó en la piel. Hace 10 años nadie te explicaba muy bien que era el lupus, ni siquiera el médico. Sabía a qué órganos podía llegar a afectar, pero como era una enfermedad nueva y yo era una de las pacientes más jóvenes, realmente no era consciente de lo que estaba sufriendo.

 

¿Cuando empezaste a serlo?

Hace un par de años, cuando sufrí los primeros brotes en las articulaciones. En ese momento mi mayor miedo fue pensar cómo terminaría todo aquello. Y lo más crudo de todo es que nadie me sabía decir. Un día por la mañana, cuando me levantaba, me di cuenta que no podía abrocharme los pantalones. Y otro día no fui capaz de coger el móvil, ni siquiera de escribir. Sentía un dolor muy fuerte en las manos, una sensación muy desagradable.

 

¿El lupus es una enfermedad catalogada como rara o minoritaria?

Lo es, y muchas veces no somos conscientes de lo que supone tener una enfermedad así. El hecho de que no sean conocidas provoca que no sean consideradas como lo que son. Tienes que estar muy mal, en pleno brote, para que esto ocurra o se vea. Yo no necesitaba que me catalogaran como enferma, lo que necesitaba era saber, entender lo que me estaba pasando, y gestionarlo, porque nadie te explica cómo hacerlo, sobre todo emocionalmente hablando. Recuerdo un día que fui de urgencias con un brote muy fuerte, y la única respuesta que recibí por parte de la enfermera fue que tenía lupus y que tenía que acostumbrarme a vivir con dolor.

 

¿Crees que hay una falta de empatía detrás de todo esto?

Sí, la falta de empatía en este tipo de situaciones es enorme. La figura del médico es fundamental a la hora de gestionar estas emociones, porque aunque las noticias sean malas, si hay un buen acompañamiento detrás la sensación de bienestar y de equipo es mucho mayor. Ya no estás sola ante la enfermedad, y eso te hace estar mucho más tranquila. La otra parte buena de todo esto es que, una vez la aceptas, perdonas lo que te está pasando, todo empieza a mejorar, porque el estrés también puede afectar y potenciar la aparición de brotes.

 

¿Cómo ha sido este proceso de aceptación?

Han sido dos años muy duros, en los que he estado muy enfadada con mi cuerpo, con mi mente y con todas las personas que me rodean. Ahora hace un año que estoy trabajando todo ello, gestionando mis emociones, y me encuentro en el momento de perdonar y aceptar. Con el tiempo me he dado cuenta de que lo que me estaba pasando es que estaba peleada conmigo misma, con mi cabeza, y eso hacía que me peleara con el resto de personas. Estaba triste o enfadada por tener la enfermedad y no aceptaba estas emociones, lo que hacía era juzgarlas. Además, es muy difícil encontrar la medicación que te haga estar bien. Sin embargo, siempre he conseguido alcanzar mis metas y, en este aspecto, ahora he encontrado la estabilidad. Lo que sí es cierto es que si en algún momento quiero ser madre, deberé detener este tratamiento, porque con esta medicación no podría quedar embarazada.

 

¿Es un tema que te angustia?

Me preocupa mucho, porque puede ser que mi cuerpo no lo soporte, ya que cualquier cambio te puede provocar brotes. El día que yo decida que quiero hacer el paso de tener un hijo deberá ser de forma planificada y acordada con el médico, que él pueda valorar si estoy estable o no. A mí me gustaría mucho ser madre, es una de las misiones que tengo pendientes en la vida. Me cuesta mucho hacerlo, pero creo sinceramente que tengo mucho amor para dar. Tengo una relación muy cercana con mi familia, somos como un clan. Mi hermana es ocho años mayor que yo, y tengo dos sobrinos. Mi familia y mi pareja son mi vida, no podría sentirme más completa. Si no tuviera la enfermedad pero no los tuviera a ellos no me compensaría en absoluto.

 

Ahora ya hace dos años que trabajas al Equipo de Participación, ¿qué te empujó a dar este paso?

Necesitaba un cambio, y decidí presentarme a la oferta de trabajo. Y como todos los lugares de la casa en los que he trabajado, he aprendido muchísimo de mis tareas en el Área. En Suara he crecido profesionalmente y como persona. Y ese es el enganche de la Cooperativa, porque sin darte cuenta pones la piel. Creo sinceramente que las personas que fundaron Suara hace 10 años nos están dejando esta herencia, las ganas de creer que este proyecto es posible. No concibo trabajar de otra manera, sin sentirlo así. Me hice socia el año 2015, y la verdad es que no tuve ninguna duda. Había personas dentro de la Cooperativa que me servían como referente, y si ellas formaban parte, yo también quería estar allí. Estoy muy orgullosa de la Cooperativa, y de la gente con la que me he ido cruzando a lo largo de los años. Suara me ha hecho creer en las personas, en un nosotros.

 

Eres una persona muy positiva, ¿verdad?

Intento serlo siempre que puedo, porque creo sinceramente que una sonrisa lo arregla todo. Me gusta mucho quejarme, lo considero una afición, pero me divierto mucho mientras lo hago, porque me ayuda a reír de mí misma. Soy una persona con muchas inquietudes, y viajar es mi pasión frustrada, no he tenido la oportunidad de hacerlo y tal como van pasando los años, noto que Barcelona se me queda pequeña, y que necesito descubrir otras cosas. Me gustaría mucho ir a California, y si pudiera elegir donde nacer, en la próxima vida, creo que quisiera hacerlo allí! No creo en la reencarnación, pero sí creo en la Anna del futuro. He visto tantas películas que me imagino cómo podría ser mi vida en un lugar así. Soy una persona muy hollywoodiense, y tengo muchas escenas grabadas en la cabeza. A la vez soy consciente de que las cosas que hago muchas veces no son perfectos, pero como lo hago todo con mucho amor y sentimiento me compensa, me creo lo que hago en cada momento, y quiero seguir haciéndolo de esta manera.