En un emotivo acto, cinco personas que viven en este recurso o han residido en él, aseguran que pasar por este centro les ha transformado la vida

Sara ha celebrado hoy que hace 30 años abrió sus puertas para acompañar a personas que se encuentran en situación de sinhogarismo y tienen VIH. Ubicado en la rectoría de una iglesia, que el cuidado cedió para llenarla de vida en lugar de permanecer vacía, en estas tres décadas tanto la situación del servicio como de la enfermedad han cambiado mucho. Ahora bien, lo que siempre se ha mantenido estable es su razón de ser: transformar la vida de las personas atendidas.

"Es un lugar donde no hay límite de tiempo y, por tanto, es un espacio seguro, en el que tienen un tutor y pueden hacer su camino para reconstruir sus vidas a su propio ritmo", asegura Mar Díeguez, directora de Sara, un servicio de Cáritas, gestionado por Suara Cooperativa.

Por ello, argumenta que la tarea principal del día a día es intentar que la persona atendida tenga una vida lo más normalizada posible y, por tanto, pueda desarrollar acciones tan cotidianas como convivir con otras personas, realizar las tareas de casa, ir de compras, gestionar las visitas con el médico, tomar la medicación o seguir una terapia. "Se trata de reconstruir unos hábitos que se han perdido. Puede parecer poco, pero es mucho porque partimos de vidas muy desestructuradas", ha argumentado Díeguez.

Mar Díeguez durant l'acte de celebració del Sara

Sara es hogar

Para conmemorar el aniversario hoy se ha celebrado un acto en el Sara, que ha contado con el testimonio de cinco personas atendidas en este centro, quienes ha coincidido en que el servicio les ha transformado la vida hacia mejor.

Marisa, quien ya no vive en Sara, actualmente, es voluntaria en Cáritas, ya que quería devolver a la sociedad toda la ayuda que ella ha recibido. Cuando llegó, reconoció que estaba muy mal y no era feliz, pero en este espacio encontró el acompañamiento que necesitaba. "Para mí es un milagro que estuvierais aquí para cuidarnos. Gracias a las personas que trabajan aquí soy feliz porque la única familia que he conocido en mi vida son las educadoras de Sara", ha manifestado visiblemente emocionada.

Jordi es una de las personas que, desde hace año y medio, reside en este servicio. Llegó allí procedente de un recurso del Empordà, donde no acabó de cuajar porque se discutía constantemente con las personas que vivían o trabajaban en ese centro. En un primer momento, no quería trasladarse hacia Sabadell, ya que estaba lejos de su madre, pero ahora confiesa que ha sido un acierto: "Sara he aprendido mucho. He aprendido a sacarme de encima los enfados, alargar el tiempo de estar bien ya gestionar muchas cosas que se me pasan por la cabeza o mis emociones".

Una de las personas con las que convive es Jonathan, quien asegura que en los seis meses que lleva en este servicio que considera casa ha logrado “recuperarse mucho” y llenarse de vitalidad a raíz del apoyo que ha encontrado tanto de personas atendidas como trabajadoras. "La experiencia en la casa es muy positiva porque me siento muy acompañado por las personas que trabajan y muy bien acogido por mis compañeros", ha recalcado.

También, forma parte de la familia actual de Sara Nelson, quien ha valorado que en este recurso ha encontrado un lugar seguro. "Os estoy muy agradecido a todas las personas que está aquí porque Sara es casa, es refugio", ha remarcado.

Actualmente, Juani trabaja en una empresa de limpieza, un puesto de trabajo que ha podido llegar después de vivir seis años en Sara donde encontró un "gran apoyo" tanto de las personas educadoras como de las residentes. "Sigo viniendo aquí cuando puedo porque para mí es un pilar", ha defendido Juani, que desea que este servicio "no se acabe nunca".

Los inicios del Sara

Sin embargo, los primeros pasos de este recurso no fueron nada fáciles, ya que encontró mucha oposición vecinal porque en ese momento el VIH era una enfermedad muy desconocida a la vez que estaba muy estigmatizada, han recordado Alfons Gea, Eduardo Ocio y Josep Escartín, que vieron su nacimiento durante la mesa redonda que han hecho conjunto.

Una idea que también ha recogido el obispo de Terrassa, monseñor Salvador Cristau en su discurso de apertura del acto: "La situación del VIH no es la misma ahora que 30 años atrás y la decisión de ubicar aquí el centro provocó muchas tensiones":

Gracias a los retrovirales, que han cronificado la enfermedad, la realidad de las personas que tienen VIH ha cambiado mucho en 30 años, pero hay que seguir trabajando con ellas, puesto que la aparición del virus les transforma la vida, ha defendido la concejala de salud de Sabadell, Silvia Garcia Peláez. "Para nosotros es realmente un orgullo y un placer la celebración de estos 30 años y para que sean muchos más", ha manifestado.

Recordando a los que ya no están

El evento se ha acentado con un emotivo recordatorio a las personas que el VIH les ha quitado la vida. Por eso, desde la dirección del centro han pedido a las personas asistentes que colgaran en una cuerda el nombre de alguien que hubieran perdido a raíz de esta enfermedad. En torno a unos sesenta nombres han presenciado cada uno de los parlamentos.

"Hoy recordamos a las personas que, desgraciadamente, nos han dejado, pero también apoyamos a las que continúan aquí, que son fuertes y siguen creyendo que tienen nuevas oportunidades", ha argumentado Mònica Martinet, directora Cáritas Diocesana de Terrassa

Sin duda para Mar Díeguez, entre los retos más complicados del servicio se encuentra acompañar a las personas en sus últimos días de vida y gestionar el duelo. Ahora bien, también reconoce que le ha reportado muchas cosas positivas como crecer tanto a nivel profesional y personal, ya que ha aprendido mucho de cada una de las personas atendidas. "No sería quien soy si no hubiera pasado por Sara", ha sentenciado Díeguez.